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    2. Los abonos verdes y su papel como fertilizantes
    La función fundamental de los abonos verdes es complementar la nutrición de los cultivos de la rotación, bien a través de la fijación de nitrógeno libre, o por su eficacia en hacer disponibles nutrientes para los cultivos que de otra manera serían inaccesibles o se perderían. 

    a) Fertilización nitrogeneda
    El empleo de especies leguminosas (veza, guisante, haba, etc.) como abono verde tiene el objetivo principal de aportar nitrógeno extra a nuestro suelo y a los cultivos siguientes, ya que estas plantas son capaces de fijar este nutriente desde el aire, debido a su asociación simbiótica con unas bacterias denominadas rizobios (Rhizobium sspp). Estas bacterias forman habitualmente unos nódulos (bultitos) en la raíz de la leguminosa, y es donde se lleva a cabo la fijación de nitrógeno atmosférico. Estos nódulos pueden tener diferente forma según la planta. Así, los hay de forma esférica (soja, judía), elipsoide (trébol), digitada (haba, garbanzo) o que envuelven a la raíz (altramuz), etc. El tamaño también varía. En general, cuando tienen mayor tamaño se encuentran en menor cantidad. 
    Dado que estos nódulos son la "fábrica", sin cuya presencia no se produce fijación de nitrógeno, es necesario que el agricultor extraiga de vez en cuando las raíces de varias plantas para observar si están presentes. También hemos de observar el color del interior de los nódulos, que debe ser rojo o rosa cuando están realizando la fijación de forma efectiva.
    La ausencia de nódulos puede deberse a que la cepa de la bacteria que infecta la leguminosa no esté presente en nuestro suelo. En este caso, habrá que introducirla generalmente en el momento de la siembra, inoculando las semillas. También puede verse afectada la formación de nódulos por la presencia de otros microorganismos en el suelo (hongos, actinomicetos, virus) que dañen a los rizobios. Este problema habitualmente desaparece durante la etapa de conversión a agricultura ecológica, pues el aumento de biodiversidad (rotaciones, policultivos, etc.) y el empleo de abonos orgánicos contribuyen a mejorar la salud del suelo. La presencia de nitrógeno mineral en el suelo, principalmente nitratos, perjudica a la formación de nódulos y a la fijación de nitrógeno del aire, causando un rá- pido envejecimiento de los nódulos ya formados. En agricultura ecológica este problema no es usual, ya que se emplean abonos orgánicos (estiércol, compost, etc.) que sufren una mineralización gradual, no dando lugar a gran concentración de nitrógeno mineral en el suelo. La fijación también se ve disminuida por la presencia de encharcamientos, ya que requiere la presencia de oxígeno. Un cultivo de leguminosa empleado como abono verde puede aportar todos o parte de los requerimientos de nitrógeno del cultivo siguiente si la biomasa de la leguminosa es importante, y la fijación ha sido efectiva. Se consideran especies fuertemente fijadoras a las alfalfas, tréboles, altramuces, etc., cuya capacidad suele superar los 200 Kg de N/ha y año; medianamente fijadoras a habas, vezas, etc., que fijan entren 100-200 Kg de N/ha y año; y poco fijadoras a garbanzos, lentejas, guisantes, almortas, yeros, etc., con menos de 100 Kg de N/ha y año
    b) Otros nutrientes
    Los abonos verdes incluidos en la rotación, a diferencia del nitrógeno, no enriquecen el suelo con fósforo (P), potasio (K) u otros nutrientes, pero sí evitan pérdidas de estos nutrientes. Esto ocurre a través de tres vías principalmente: 
    • a) Bombean los nutrientes desde capas profundas hasta la superficie. Esto ocurre con todos los nutrientes (nitrógeno, fósforo, potasio, calcio, magnesio, etc.) cuando son empleadas como abonos verdés especies vegetales de raíz profunda, que ahondan en el suelo y extraen nutrientes de capas inferiores. Estas especies al ser incorporadas ponen a disposición de los cultivos siguientes dichos nutrientes. Por ello, cuando los cultivos principales son especies de raíz superficial o media (menos de 40 cm), deben alternarse con abonos verdes de raíces más profundas, como son algunas leguminosas (la alfalfa, el altramuz, las habas, la esparceta, la zulla, la alholva o el trébol rojo), compuestas como el girasol o crucíferas como la colza. Además, hemos de considerar que las distintas especies son más o menos eficientes para absorber determinados nutrientes. Así, en general, las leguminosas son capaces de absorber más calcio y fósforo; las crucíferas, como la colza, más azufre y potasio; y las gramíneas más nitrógeno.

    • La incorporación y posterior degradación de los abonos verdes aumentan el fósforo disponible para el cultivo siguiente. Esto es debido a que provocan un incremento de la cantidad de microorganismos en el suelo y de su actividad. Así, son capaces de disolver compuestos inorgánicos insolubles de fósforo a través de la producción que realizan de ácidos orgánicos, liberándolo en cantidades superiores a sus propias demandas nutricionales, por lo que queda a disposición de las plantas. 

    • Disminuyen o anulan la erosión. La erosión significa la pérdida de la capa superficial del suelo sobre todo donde se encuentran buena parte de los nutrientes y la materia orgánica. Su destrucción implica la pérdida irreversible de la calidad del suelo y el aumento continuo de la aplicación de fertilizantes y agua para evitar la caída drástica de rendimientos. En zonas de clima mediterráneo, los abonos verdes se desarrollan principalmente en las estaciones habitualmente lluviosas, es decir, entre el otoño y la primavera. De tal manera que, si no estuvieran presentes, el suelo quedaría desnudo y expuesto a la acción erosiva de la lluvia. Por ello, su presencia es muy efectiva en el control de la erosión ya que evitan el impacto directo de las gotas de agua, a la vez que lo sujetan con sus raíces y reducen la velocidad del agua ladera abajo, aumentando la infiltración de ésta en el suelo.